Erase una vez... mi blog


Porque al escribir nacen a la vida sensaciones y sentimientos que la voz no puede siquiera imaginar.

26 mar 2011

Para nuestra Moni en un día especial



Un mes tras otro, un día tras otro, había ido transcurriendo el tiempo. Lo que en un principio parecía que iba a ser una tarea sencilla se había complicado conforme pasaban los días y las ideas no acudían a su mente. Y lo peor de todo, no tenía forma de evitar la llegada de aquel día tan temido, el día en que su cliente le exigiría el encargo.
Todo había comenzado un año antes, en un oscuro rincón de un viejo y maloliente café en las callejas del viejo barrio pesquero. Ahí se encastillaba cada tarde, ajeno a todo cuanto no fuera su propio mundo, un viejo novelista antaño famoso y ahora, por mor de las circunstancias, reducido a piltrafa humana. Deseando en todo momento reunirse con su amada, fallecida hacía ya tantos años que su existencia parecía haber sido un hermoso sueño.
Pero aquella tarde se produjo el desencadenante de la actual situación. Acertó a caer en el tugurio un hombretón que, tras invitar a los parroquianos a una ronda de lo que pretendía ser algo bebible, se dirigió a la mesa del viejo novelista. Tras una presentación brusca, y sin ningún miramiento, preguntó al anciano si era él a quien los demás se referían como maestro, creador de mundos imaginarios y vidas fantásticas donde todo era posible, con la única condición de no desear escapar del papel que las atrapaba. Ante su asentimiento aquel extraño le hizo un encargo: en un año a contar desde ese día pasaría a recoger el más fabuloso relato que de manos humanas hubiera surgido nunca, para entregárselo como presente de bodas a su prometida, una joven de reconocida belleza y alta cuna. El viejo, sin saber lo que hacía, aceptó. Y firmó su destino.
Ahora el tiempo había llegado a su fin. Las ideas no habían acudido y se encontraba, en su mísero cuartucho, abocado a la desesperación.
Ya estaba pensando en qué excusa dar cuando al día siguiente se presentara su cliente en busca del relato inexistente, cuando alguien llamó a su puerta. Temeroso ante una visita inesperada (de hecho nadie le visitaba jamás) abrió para encontrarse, de frente, a la joven más hermosa que nunca hubiera podido imaginar. Sus ojos cansados parecieron recobrar nueva fuerza, y todo su cuerpo intentó erguirse para estar a la altura de tan perfecta mujer. Tras murmurar excusas sobre su pobre aspecto le permitió, con vergüenza, entrar en su oscuro mundo. Allí fue donde se enteró de que ella era la prometida de su cliente, aquella a quien estaba destinado el relato que, creía ella, estaba él a punto de acabar. Y si había acudido a visitarle era para conocer a aquel tan famoso en otro tiempo novelista que le iba a dedicar un hermoso relato. Tras esta charla, y después de darle un beso en la mejilla, se alejó la joven contenta, como le dijo, de haberle podido conocer en persona. Y orgullosa de que fuera él quien le escribiera el relato, ya que en su adolescencia había leído alguna de sus novelas y en secreto le admiraba desde entonces.
Quedó el viejo impresionado, y tras un momento de incertidumbre algo parecido a una idea acudió a su mente. La cogió aferrándose a ella como el náufrago al tablón, y presuroso se puso a escribir.
No sabía cómo, pero una vida imaginaria comenzó a plasmarse en el papel. Sus manos habían dejado de temblar y con firmeza su pulso creaba un mundo de romances y desventuras, alegrías y secretos. Personas que antes no habían existido ahora tenían vida y un pasado, lloraban y reían, amaban y odiaban. Y la novela iba tomando forma.
Toda la noche estuvo escribiendo el viejo. Sin parar. Sin comer. Sin saber que su cuerpo ya no podía soportar estos esfuerzos.
Cerca de la madrugada, cuando ya tan sólo le quedaba la dedicatoria por poner, sintió a su lado una presencia que le hizo estremecer. Gozo y esperanzas se unieron cuando vio, a su lado, a su amada. A aquella a quien perdiera tantos años atrás. Y sintió una lágrima resbalar por su mejilla cuando oyó de aquellos labios de nuevo ansiados, las únicas frases que le dirigió, de nuevo, en este mundo. "Gracias a tu obra te he encontrado. ¿Quieres venir conmigo a compartir mi eternidad".
Con un mudo asentimiento, cerrando sus ojos, paró su corazón para poder iniciar el camino que ella le mostraba.
Ha pasado el tiempo y como cada año, un 27 de marzo una mujer de hermosura perfecta y enigmática deja un ramo de rosas blancas al pie de su tumba. Y como cada año le agradece el que dedicara su última noche entre los vivos a crear, para ella, su mejor obra.
Y también como cada año, mirando al cielo, guiña un ojo cómplice a los dos amantes que sin duda le sonríen desde su eternidad.


FELICIDADES, MONICA.